conclusiones:
El realismo filosófico sostiene con argumentos la existencia de un mundo real independiente del pensamiento y de la experiencia, pero no afirma que percibamos el mundo tal como es en realidad. Es, pues, ante todo, una afirmación de tipo ontológico (acerca de que las cosas son), que implica una determinada teoría del conocimiento, así como una teoría sobre la percepción (acerca de que las cosas no son tal como aparecen).
Históricamente, el realismo es una de las soluciones que en la Edad Media se dio a la llamada cuestión de los universales, centrada en decidir qué grado de realidad hay que atribuir a los universales, o ideas abstractas. La primera de las tres soluciones dadas al problema, el llamado realismo exagerado, -mantenido, entre otros, por Agustín de Hipona y la escuela de Chartres- debe su origen a la consideración, por parte de Platón, de las ideas o formas como entidades subsistentes y separadas de los individuos particulares.
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